Cristina Fernández Hoyos, rmi
Confer joven Salamanca
Publicado en la revista “Comunidad” de la Diócesis de Salamanca.
Número marzo de 2010
El domingo 21 de marzo de este año tuvo lugar en la casa de las Religiosas de María Inmaculada, en Salamanca, el encuentro mensual de Confer Joven, que en esta ocasión contó con la intervención de Madre M.ª Eugenia Vicenti, religiosa de María Inmaculada. Ella compartió con nosotros, sencillamente, con la humildad de la sabiduría que da experiencia, y con la frescura del saberse amada profundamente por el Señor, que un día la llamó y renueva cada día esa llamada, en palabras de su Fundadora, Santa Vicenta Mª López y Vicuña: “Eternamente me amó y ocupé un lugar en su corazón”.
Madre M.ª Eugenia tituló su ponencia: Madre, ponme con tu Hijo, pues lo hacía desde la convicción de que María podía iluminarlas por lo que Ella es para nosotros, Madre y Maestra de vida. Desplegó su intervención en cuatro apartados:
- Madre, ponme con tu Hijo en la acogida de la Gracia
- Madre, ponme con tu Hijo en la acogida del Carisma
- Madre, ponme con tu Hijo en el camino del seguimiento
- Madre, ponme con tu Hijo en el ser discípulo como tú
En primer lugar, destacaba la necesidad de redescubrir o afianzar, acompañados por María, la primacía de la gracia en la llamada al seguimiento radical de Jesús. Para María llena de Gracia (Lc. 1, 28) es el nuevo nombre que recibe, por tanto, en la gracia radica la identidad más profunda de su existencia. Así, al traducir esto a nuestra realidad, se constata que la criatura no tiene otra explicación de su ser que en el amor con que Dios la ha amado y, amándola, la ha creado. Asimismo, nos transmitió que antes del mandamiento, en la fe cristiana, viene el don, pues es la gracia la que genera la ley, ya que la gracia es de hecho la nueva ley del cristiano, la ley del Espíritu; es la gracia la que decide la calidad de las obras y de la vida de una persona y la fuente de la gracia es la muerte redentora de Cristo. La gracia es la presencia de Dios, que en el hombre se realiza en y por Cristo, cuya imagen nos configura. Nos alentaba Madre M.ª Eugenia a hacer todo lo posible por cuidar la gracia, por hacerla crecer, renovando cada día el contacto con la gracia de Dios que está en nosotros. Necesitamos crecer en gracia y es un ejercicio de fe y de agradecimiento, de asombro... Y de aquí beber para proclamar el primer anuncio del cristianismo, que tiene que ser el de la gracia.
En segundo lugar, dábamos un paso más con María, que nos pone con su Hijo en la acogida del Carisma. Estamos invitados a amar a Dios con dos diversos amores, el amor filial, hecho de obediencia que se expresa en obediencia; y el amor esponsal, que es un amor de elección, despojándonos por Dios de todo lo que no es Dios. A este amor único y exclusivo por Él nos llama el Señor concediéndonos otra gracia, que es la gracia del carisma de la Vida Consagrada. En este punto nos remitía a la elocuencia de la experiencia vital de cada una, que nos hace decir que en el fondo de nuestro corazón Dios se nos manifiesta con algo que nos conduce a vivir de una manera radical y peculiar el seguimiento de Cristo, confiriendo una densidad especial al amor, hasta llevar a la conformación con la persona de Jesús porque Él así lo quiere. M. Mª Eugenia nos hacía caer en la cuenta de que Dios, al conceder sus dones, se da a sí mismo, y es Él quien nos ofrece un proyecto de amor, de salvación, un proyecto especial. Este proyecto, el seguimiento de Jesús en radicalidad, en un camino concreto, es el Carisma; descubrirlo es conocerse en aquello que Dios quiere que una persona sea y vivirlo es realizarse en plenitud. Pero es que además, al recibir este don, al acoger este proyecto, entramos en comunión con el Dios que da y se nos da. Es la comunión con el Carisma la que alimenta la comunión con la Congregación y es incluso la que sostiene e ilumina en momentos de oscuridad. Pero para ello hemos de darle al Señor la centralidad que le corresponde y recorrer nosotros el éxodo de la amorosa excentración.
Madre, ponme con tu Hijo en el camino del seguimiento, vivido desde la gratuidad del amor. En este apartado se nos introducía en la gratuidad de Dios, en su iniciativa, que nos precede. Con las personas llamadas, se nos decía, hay un aprendizaje de la gratuidad como tónica existencial, no como algo puntual. Destacaba la figura de Pedro, quien sólo después de la caída dejará de protagonizar sus acciones, su mismo discipulado. Pero también describía el hermoso perfil del discípulo amado, prototipo del seguidor de Jesús: el testigo, el hombre de confianza de Jesús, el que tiene la valentía de hacer preguntas que nadie haría y a las que Jesús acepta responder, es un contemplativo de la Cruz y junto con María es el primero que mira con ojos de fe al Corazón traspasado de Jesús, es a quien Jesús le confía su Madre... Y no había hecho nada, Jesús nos muestra que le ama con amor de predilección. El discípulo amado en el seguimiento radical de Jesús nos enseña o nos recuerda el principio fundamental de nuestra creaturalidad.
En el último punto, María como discípula, M. M.ª Eugenia nos contagió su amor a María y describió hermosamente cómo María supo recorrer también un camino de aprendizaje del mensaje del Hijo, que Ella vio hacerse vida momento a momento. Ella también encarnó el aprendió sufriendo a obedecer (Heb. 5, 8), donde aprender significa experimentar, saborear. Nos hizo un recorrido por los pasajes del evangelio relacionados con la vida pública de Jesús y que son hitos importantes en el camino de fe de María; para decirnos que María pasó por su kénosis, se dejó despojar de cualquier derecho sobre su Hijo, seguía a Jesús como si no fuera la Madre, aun siéndolo; y Ella reacciona antes esta pedagogía siempre con la aceptación y el silencio, con absoluta docilidad, que no está exenta de la lucha de la fe; pero una lucha sin amargura, porque descubría el gozo en el Espíritu.
Para concluir, M. M.ª Eugenia nos alentaba a que nuestro seguimiento radical de Jesús es seguimiento para la misión: Él nos elige para estar con Él y enviarnos. Así lo dice una vez resucitado: Como el Padre me envió, así o envío yo (Jn. 20, 21). Y es el como lo que nos da la clave. Nuestra vida debe ser en sí misma misión, como lo fue la de Jesús; debe reflejar lo esencial de su entrega: el Amor al Padre y a los hombres, un amor que se reviste de humildad, de pobreza, de gratuidad... un amor que exprese lo nuclear del sermón del monte. Demos gratis lo que hemos recibido gratis, y así cooperamos con Él en la salvación del mundo... que de esto se trata. Que María nos siga poniendo con su Hijo.
Desde el agnosticismo es difícil aprehender que una supuesta madre pueda "acoger" o "proponer" nada. El radicalismo ahora está en el debate de Ira y tiempo (Siruela) un libro de Sloterdijk que sitúa el problema lejos del exhibicionismo y desarrolla elementos heideggerianos.
ResponderEliminarEn fin, que la teoría radicalice nuestros pensamientos y nos sitúe allí donde el vacío existencial nos conduzca.