La conversion a la que estamos llamados

La conversión a la que estamos llamados

Por Iván Pérez del Río, SJ
Presidente de CONFER joven Salamanca

Publicado en la revista de la Diócesis de Salamanca “Comunidad” del mes de febrero

Son muchos los que asocian el tiempo de Cuaresma sólo con ayuno y abstinencia perdiendo o dejando de lado el profundo significado de este tiempo litúrgico, la conversión. La lectura del evangelio del primer Domingo de Cuaresma son las tentaciones de Jesús en el desierto. Una de las primeras cosas que nos puede llamar la atención de esta contemplación es ver a Jesús, al Hijo de Dios, tentado con las mismas cosas con las que nos vemos tentados a menudo nosotros: hacer uso de nuestras cualidades para nuestro beneficio aunque represente perjuicio para los demás, sacar nuestro poder a relucir para relumbrar ante los otros y, por último, la tentación del poder, bien sea político, religioso o de cualquier clase.
Hay veces que la tentación misma nos agota, nos hace sentir mal, como si el hecho de estar tentado fuera ya un pecado. En este pasaje bíblico comprobamos, consolados, que la tentación forma parte de nuestra condición de humanos pero para la que hay que tener una respuesta; no nos podemos dejar llevar por ella.
En este sentido, teniendo en cuenta este pasaje evangélico, nuestra conversión en este tiempo de cuaresma que se nos avecina, puede ser el de caer en la cuenta en las tentaciones que nos rodean y en las que caemos a diario, a veces sin darnos cuenta; caer en la cuenta y dar una respuesta diferente.
Vamos a tratar de forma breve algunas de las tentaciones que, como cristianos, pueden azotarnos hoy en día: creernos que el mundo en su conjunto vive descarrilado y que los únicos que vivimos en la verdad somos nosotros, aislarnos en el calor de nuestros grupos, comunidades y parroquias como si nuestra labor fuera la de mantener la comunidad y no tanto la de evangelizar, ver a los pobres como medio para alcanzar nuestra salvación, hacer una excesiva espiritualización de los problemas del mundo, caer en el pesimismo ante el escaso número de vocaciones o hacer una catequesis floja, una “catequesis de ocio” por miedo a “perder efectivos”.
La tentación en sí no es mala pero como decíamos antes es necesario reconocerla y dar una respuesta. En Jesús la respuesta está sustentada en una entrega absoluta al género humano y en una fidelidad sin límites a Dios. Jesús está y vive en el mundo, en un mundo roto y pecador que acepta y acoge, que toma como su casa. Jesús no se aísla, no se limita a mirar la realidad, no se conforma con el poder con el que es tentado no sólo en el pasaje de las tentaciones sino en otros como en el de la multiplicación de los panes y los peces, no permite que la comunidad le proclame rey. Jesús no trata al pobre como medio sino como fin, vive con los pobres, da consuelo a los que sufren. Jesús no pacta a la baja, no da gloria a cualquier cosa.
Este tiempo de Cuaresma lo comenzamos con una campaña contra el hambre organizada por Manos Unidas. Esto no es ni más ni menos que una invitación a mirar nuestra realidad, a hacernos más solidarios, a ayunar de ciertos bienes en beneficio de los otros y, también, una invitación a exigir a nuestros dirigentes políticos no sólo el bien de nuestro país sino también el de aquellos más pobres. Comenzamos esta Cuaresma también con una realidad tan atroz, tan inexplicable, como la que se vive en Haití y podemos observar como nuevamente el sufrimiento ha despertado nuestra solidaridad.
Pero la conversión requiere mucho más que movernos por impulsos o por campañas solidarias. Como cristianos estamos invitados a una conversión, a una transformación interior profunda que nos haga mirar y contemplar el mundo de forma diferente porque mucho antes de la catástrofe de Haití en muchos países de África la gente se muere de hambre, de SIDA. La conversión a la que estamos llamados nos exige salir de nuestros templos, “embarrarnos” y sufrir con el mundo que sufre. La conversión a la que estamos llamados nos pide poner a Jesús en el centro de nuestra vida. La conversión a la que estamos llamados requiere que antepongamos a nuestros intereses los de aquellos que son más pobres exigiendo a los poderosos cambios aún a riesgo de ser perseguidos porque como decía Monseñor Romero "Una iglesia que no sufre persecución, sino que está disfrutando los privilegios y el apoyo de las cosas de la tierra - ¡tenga miedo! - no es la verdadera Iglesia de Jesucristo".
En resumen, que no nos podemos conformar con el ayuno de unos cuantos días. La conversión a la que se nos invita en Cuaresma es mucho más honda y va mucho más allá del propio tiempo litúrgico, es una conversión para toda nuestra vida cristiana porque citando de nuevo a Monseñor Romero "una religión de misa dominical pero de semanas injustas no gusta al Señor".

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