
El 18 de abril de 2010, a las 10.30 h de la mañana, en la Plaza de Colón y Acera de Recoletos, tuvo lugar la celebración de la Eucaristía en la que se proclamó al P. Bernardo Fco. de Hoyos SJ como nuevo beato de la Iglesia católica.
Presidió la ceremonia Mons. Angelo Amato, Prefecto de la Sagrada Congregación para las Causas de los Santos, en calidad de legado del Papa Benedicto XVI.
Miles de personas asistieron en la capital vallisoletana a la ceremonia de beatificación del padre Bernardo Francisco de Hoyos, jesuita natural de la localidad vallisoletana de Torrelobatón, cuyo día se celebrará a partir de ahora el 29 de noviembre de cada año. Desde primera hora de la mañana miles de fieles esperaban para acceder al recinto situado en la Acera de Recoletos, donde se instaló un altar de finales del siglo XIX, guardado especialmente para este día.
De esta manera, la misa comenzó con una reseña a la biografía del Padre Hoyos, quien nació en 1711 en la villa de Torrelobatón y «sintió la vocación de entregarse a Dios en la Compañía de Jesús».
Su vida
Murió muy joven (apenas 24 años). Había nacido en Torrelobatón (21-ago-1711). De allí, con 11 años, pasó a Villagarcía de Campos como colegial. Ingresó después en el noviciado que tenía en esa localidad la Compañía de Jesús, a punto de cumplir los 15, y pasará después por Medina del Campo (estudios de Filosofía) y Valladolid (estudios de Teología y ordenación sacerdotal). Todo, ya se ve, muy poco especial.
En su caso lo especial va por dentro: su vida de fe y amor con Cristo alcanza cotas poco comunes, con un perfil de vida mística semejante al de otros grandes santos (Santa Teresa de Jesús, San Juan de la Cruz, M. Ángeles Sorazu…), viviendo ya con apenas 19 años lo que los teólogos llaman el desposorio espiritual con Jesús, en el contexto de una vida exterior de lo más común.
Es en ese marco donde hay que situar los acontecimientos que le suceden en mayo de 1733, cuando Bernardo cuenta con 21 años: Jesús le introduce en el misterio de su amor redentor por los hombres, y le pide que lo dé a conocer.
A ello dedicará sus energías mientras le dure la vida, pues dos años y medio después contrae unas fiebres malignas, y muere.
Su proceso de beatificación no se introducirá hasta 1895, debido a los condicionamientos de la circunstancia histórica (dificultades que atraviesa en ese momento la Compañía de Jesús en España, y su posterior expulsión en 1767, etc.) que coincidieron, además, con los momentos más propicios para que prospere una causa (testigos contemporáneos, investigación directa de los hechos, escritos, etc).
Eso mismo explica por qué ha tardado tanto, pues tras comenzar la fase diocesana del proceso en 1895 y concluirla en 1899, enviando toda la documentación resultante a Roma para que diera comienzo la fase apostólica, la causa solo cobró ritmo a partir de la norma de la Santa Sede para las llamadas “causas históricas” (1930), en los que la falta de testigos contemporáneos se suple con una exhaustiva investigación historiográfica.
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